Con el tiempo habíamos descubierto las pequeñas cosas en común y las diferencias, y conseguimos una compenetración absoluta con la que al segundo sabíamos lo que nos pasaba por la cabeza el uno al otro, o al menos eso creía yo. Las diferencias siempre estuvieron ahí.
Me encantaba la forma en la que te emocionabas por las cosas mas simples, y como al mirar las canicas decías “ ésta es mi preferida, no, ésta es mi preferida, no no, es ésta!aiiss……es que son todas tan geniAles!”
Fue en ese primer instante, cuando te vi pegada al escaparate del imaginarium cuando me enamoré de ti y al momento supe que me acabarías haciendo daño.
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